Entre las paredes del hogar: la opresión femenina en la literatura

En la literatura contemporánea, se exploran temas profundos que reflejan las realidades sociales, emocionales y psicológicas de diversos segmentos de la sociedad. Hay novelas como Carcoma de Layla Martínez y Regreso al Edén de Paco Roca que abarcan temas como la violencia, la opresión, la memoria y la búsqueda de identidad. En concreto, este ensayo pretende exponer y analizar el concepto del hogar como lugar de opresión y encierro, especialmente para las mujeres. Asimismo, nos centraremos en cómo el entorno doméstico puede convertirse en una trampa para las mujeres que lo habitan y cuyas voces y aspiraciones son sofocadas por las normas sociales y las expectativas de género.

Desde tiempos inmemoriales, la imagen de la mujer como «ángel del hogar» ha permeado las estructuras sociales y culturales, definiendo roles y expectativas de género arraigados en muchas sociedades. Esta noción, que emergió en el siglo XIX durante la época victoriana, idealizaba a la mujer como una figura pura, virtuosa y abnegada cuya principal función era cuidar del hogar, criar a los hijos y satisfacer las necesidades emocionales de la familia.

Aunque la representación de la mujer como ángel del hogar puede parecer romántica a primera vista, detrás de esta idealización se escondían y perpetuaban profundas desigualdades de género y limitaciones para las mujeres. Este concepto las situaba en un pedestal doméstico, encerrándolas en roles restrictivos que limitaban su participación en la esfera pública y su autonomía individual. Se esperaba que las mujeres sacrificaran sus propias aspiraciones y deseos en aras del bienestar y la comodidad de sus esposos e hijos, relegando sus propias necesidades al segundo plano. Esta idealización, aunque en apariencia enaltecedora, servía como una herramienta de opresión que reforzaba las estructuras patriarcales y perpetuaba la subordinación femenina. El prototipo de “mujer de su casa” “se basaba en el ideario de la domesticidad y el culto a la maternidad como máximo horizonte de realización de la mujer” (Nash 1994, 161) y “la elaboración de su identidad personal propia se desarrollaba a partir del matrimonio y de la maternidad sin posibilidad de crear un proyecto social, cultural o laboral autónomo.” (Nash 1994, 162).

En las dos novelas analizadas, el hogar y la casa tienen un significado diferente. En «Carcoma», se retrata un lugar de opresión y angustia, donde las protagonistas se sienten atrapadas por las sombras del pasado y las expectativas sociales. La casa es una prisión emocional, donde las mujeres sufren la violencia física, psicológica y social impuesta por las figuras masculinas y las normas patriarcales. El resentimiento y la venganza se convierten en motores de la narrativa, mostrando cómo la opresión puede alimentar un ciclo interminable de dolor y sufrimiento:

La casa estrechó sus muros y sus techos sobre nosotras, se non echó encima quién sabe si para protegernos o para ahogarnos, quizá para las dos cosas porque entre estas cuatro paredes no hay mucha diferencia. (p. 8)

Ya os lo he dicho, de esta casa no se marcha nadie. Estamos atrapadas aquí, nosotras y las sombras. La vieja tiene razón, nunca acabé de creerme que estuviese atrapada en esta casa por más que me lo dijese. (p. 36)

Por otro lado, en «Regreso al Edén», la casa de Antonia también funciona como una prisión emocional, donde la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades limitan su capacidad para perseguir sus sueños y aspiraciones. La casa se convierte, pues, en un símbolo de las restricciones impuestas por la sociedad patriarcal, donde las mujeres están relegadas a roles domésticos y carecen de voz y poder de decisión.

Una mujer debe trabajar para ayudar a su familia. Pero solo hasta que se case. Luego su trabajo es cuidar del marido (p. 70).

El mundo real era algo muy complejo para Antonia y se sentía incómoda en él. Nunca tuvo curiosidad o interés por entenderlo. En lugar de eso, prefirió mantener a su marido y a sus hijos dentro de su burbuja alejada del mundo real (p. 92).

A lo largo de ambas novelas, los personajes luchan por liberarse de las cadenas de su entorno doméstico, buscando escapar de la opresión y encontrar su propio camino hacia la libertad y la autonomía. Lo hacen cada una a su manera: unas desafían activamente las normas y expectativas impuestas por su familia y su sociedad, buscando venganza y justicia por los abusos sufridos, y otras luchan por encontrar su voz y su identidad en un mundo dominado por hombres, contradiciendo las expectativas de género y las limitaciones impuestas por su entorno familiar y social.

¿Cuáles eran las consecuencias para una mujer que desafiaba activamente el papel impuesto por la sociedad en su época? En muchos contextos históricos, las mujeres que se alejaban del rol tradicionalmente asignado eran a menudo etiquetadas como «locas» o incluso «brujas». Este estigma se derivaba del miedo y la incomodidad que sentía la sociedad ante cualquier desviación de la norma establecida. Las mujeres que buscaban independencia, educación o expresión personal más allá de los límites prescritos eran vistas como una amenaza al orden social y al control masculino sobre la esfera pública y privada. En consecuencia, eran marginadas, estigmatizadas y, en algunos casos extremos, perseguidas y castigadas. Este fenómeno ilustra el poder del patriarcado en la construcción y aplicación de normas sociales, así como la resistencia que enfrentaban las mujeres que buscaban liberarse de esas restricciones.

Nos ayuda a entenderlo mejor Silvia Federici, la autora de “Caza de brujas, guerra contra las mujeres” (2018), obra muy útil para entender cómo las normas de género y el control sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres estaban estrechamente relacionados con la opresión sistemática y la violencia contra ellas. La caza de brujas fue más que una serie de persecuciones individuales; fue un fenómeno social y político que tuvo como objetivo controlar y someter a las mujeres, en particular a aquellas que desafiaban las normas establecidas de género y poder. Las mujeres acusadas de brujería frecuentemente eran aquellas que se destacaban de alguna manera en la sociedad: podían ser curanderas, parteras, mujeres independientes, propietarias de tierras o simplemente aquellas que no se ajustaban a los roles tradicionales de esposas y madres sumisas. Las acusaciones de brujería, por tanto, se utilizaban como herramienta para controlar y reprimir cualquier forma de autonomía femenina, sexualidad no normativa o resistencia al poder masculino. Las armas eran el miedo, la violencia y la opresión sistemática.

Sin embargo, en el mundo de la literatura, se conocen otros personajes femeninos que han desafiado esta condición y nos pueden servir de ejemplo. Uno de ellos es “Medea”, protagonista de la tragedia de Eurípides quien desafía audazmente los roles de género arraigados en su sociedad. Medea no es simplemente una mujer en la trama; es una mujer de gran inteligencia y pasión que se niega a someterse a las expectativas tradicionales de sumisión y silencio. En el contexto de la antigua Grecia, donde las mujeres eran consideradas principalmente como esposas y madres cuyo propósito era servir y obedecer a sus maridos, Medea representa una ruptura radical. Se rehúsa a ser definida por su relación con un hombre y en su lugar busca autonomía y venganza por las injusticias que ha sufrido. Su acto más extremo, el asesinato de sus propios hijos para herir a Jasón, su esposo infiel, muestra el alcance de su desafío a las normas sociales y su rechazo de los roles maternales convencionales.

La figura de Medea trasciende las limitaciones de su tiempo y lugar, convirtiéndose en un símbolo atemporal de resistencia y poder femenino. Su historia sigue resonando a lo largo de los siglos como un recordatorio de la capacidad de las mujeres para reclamar su propia voz en un mundo dominado por hombres. Al igual que las mujeres acusadas de brujería en la Europa medieval y moderna, Medea es demonizada y vilipendiada por su desviación de lo que se considera apropiado para una mujer. Su rechazo para conformarse con los roles femeninos convencionales la convierte en una amenaza para el orden social establecido, y como resultado, es marginada y castigada.

En conclusión, el examen detallado del hogar como lugar de opresión nos confronta con la cruda realidad de las restricciones impuestas a las mujeres a lo largo de la historia. A través de la literatura, hemos evidenciado cómo el ideal del «ángel del hogar» ha perpetuado desigualdades de género, limitando la libertad y la autonomía de las mujeres. Al considerar ejemplos como Medea y la caza de brujas, comprendemos que las mujeres que desafían las normas establecidas son marginadas y castigadas, revelando la resistencia arraigada en la lucha por la igualdad. En este sentido, es fundamental no solo reconocer estas injusticias, sino también trabajar activamente para desmantelar las estructuras patriarcales que las perpetúan, garantizando así un futuro más justo e igualitario para todas las personas.

Laura Pollachini García

Bibliografía

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Federici, Silvia. “Caccia alle streghe, guerra alle donne”. Segunda edición: diciembre 2020 (2018). Nero Edizioni

Fernández, Florinda Riquer. “BRUJAS E IDENTIDAD FEMENINA (SABER, PODER Y SEXUALIDAD).” In Trabajo, Poder y Sexualidad, edited by Orlandina de Oliveira, 1st ed., 331–58. El Colegio de Mexico, 1989. https://doi.org/10.2307/j.ctv26d9qb.24.

Martínez, Layla. “Carcoma”. Editor digital: Titivillus (2021)

Nash, Mary. “Experiencia y Aprendizaje: La Formación Histórica de Los Feminismos En España.” Historia Social, no. 20 (1994): 151–72.

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Roca, Paco. 2021. “Regreso al Edén”. Astiberri Ediciones

Verea, Cristina Palomar. “‘Malas Madres’: La Construcción Social de La Maternidad.” Debate Feminista 30 (2004): 12–34. http://www.jstor.org/stable/42624829.

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